La envidia, un vicio capital
La envidia es una tristeza que sentimos por el bien de los demás, sobre todo cuando ese bien nos supera o hace que el nuestro parezca insignificante.
Este vicio a menudo nace del orgullo y va de la mano con la ira. Sus principales acciones son:
— Sentir odio por el prójimo solo porque le va bien.
— Alegrarse de sus fracasos o desgracias.
— Sufrir al verlo triunfar y sentir dolor por sus logros.
— Hablar mal de él para hacerlo quedar mal y que los demás lo desprecien.
— Minimizar sus logros y su persona para que no sea valorado.
Cuando la envidia es muy fuerte, se convierte en lo que se conoce como "envidia de la gracia". Esta es una de las peores formas de envidia, ya que la persona se entristece porque su prójimo es virtuoso, tiene fe o ha recibido dones especiales de Dios. No solo desea que el otro no los tenga, sino que incluso llega a cometer el grave pecado del escándalo, haciendo o diciendo algo para que el prójimo pierda su fe o su buena reputación. Es como el demonio en el Paraíso, que por envidia, causó la caída del hombre.
Nota: Este texto está basado en las enseñanzas de Luis de la Puente, un sacerdote jesuita y escritor español del siglo XVI, conocido por sus obras de espiritualidad.
Los vicios capitales: ¿Por qué son tan importantes?
De todos los vicios, hay siete que se consideran "capitales" porque de ellos nacen muchos otros. Estos vicios son: la soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Como son muy comunes, es bueno que los conozcamos bien para protegernos o para superarlos si nos vemos atrapados en alguno de ellos.
¿Qué es la envidia?
La envidia es sentir pena por el bien de otra persona y, en cambio, alegrarse de su desgracia. Es un vicio que a menudo nace del orgullo, porque nos molesta cuando alguien nos supera o podría superarnos. También puede venir de una mente débil que ve las cosas materiales y los honores como lo más importante, haciéndonos sentir infelices si no las tenemos y pensando que los demás son afortunados solo por poseerlas.
Se peca de envidia cuando nos molesta ver que alguien tiene éxito, dinero o vive una vida próspera. Nos entristecemos si alguien es más talentoso, inteligente o habilidoso que nosotros. Nos disgusta si a alguien lo aprecian o lo honran más, e incluso nos afligimos si a otra persona le va mejor espiritualmente o recibe gracias de Dios que nosotros no tenemos.
Las consecuencias de la envidia
La envidia es una fuente de muchos pecados. Nos hace sentir rechazo hacia el prójimo, viéndolo como un obstáculo para nuestros propios deseos. Nos lleva a sentir alegría por sus desgracias y, peor aún, nos empuja a hablar mal de esa persona para humillarla lo más posible. También nos hace ser prejuiciosos y malinterpretar todo lo que dice o hace.
Cómo dejar de sentir envidia
Para no caer en la envidia, lo más importante es no apegarse a las cosas materiales, a los honores o a los placeres de este mundo. Debemos esforzarnos por alegrarnos de corazón por los logros y las bendiciones de los demás. Y, sobre todo, tenemos que aprender a hablar siempre bien de las personas cuya felicidad nos cuesta aceptar.
Versión original de San Juan Bautista de la Salle (DC1, 214.4)
Entre todos los vicios hay algunos que se llaman capitales porque son considerados como la fuente de otros muchos. Por lo común, se dice que son siete: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Como estos pecados son bastante comunes en el mundo, es conveniente que los fieles estén bien instruidos al respecto, para preservarse o para apartarse de ellos, si hubiera algunos en los que se encuentren metidos.
La envidia es el amor de nuestro propio provecho, que hace que nos sintamos pesarosos del bien y del éxito del prójimo, y que gocemos con el mal que sufre. Casi siempre es consecuencia del orgullo, que nos produce aflicción sensible cuando otros nos superan o tienen posibilidad de superarnos. También proviene, a menudo, de la debilidad del espíritu, que al mostrarnos los bienes temporales y los honores como grandes beneficios, nos hace considerar a los demás como dichosos, cuando los poseen, y a nosotros mismos desgraciados, cuando nos vemos privados de ellos.
Se peca por envidia cuando se ve con pesar que alguien posee honores y riquezas y vive en la prosperidad; cuando se siente tristeza porque tiene más talento, ciencia y habilidad que nosotros; cuando uno se disgusta al ver que es apreciado, amado y honrado de los hombres tanto o más que nosotros; cuando se aflige porque tiene más virtud que nosotros o porque Dios le ha concedido gracias que a nosotros no nos ha dado.
Los pecados que produce la envidia son: aversión al prójimo, porque le consideramos como obstáculo a los bienes que quisiéramos poseer; alegría en las desgracias que le sobrevienen, y sobre todo cuando vemos que es despreciado; maledicencia, que nos lleva a hablar desfavorablemente de él, para rebajarlo todo cuanto podamos; y los juicios temerarios y las interpretaciones torcidas de lo que dice o hace.
Los medios para no sentir envidia contra nadie consisten en despegar el corazón de los bienes, honores y placeres de la tierra; manifestar alegría por los bienes, gracias y beneficios que poseen los demás; y hablar siempre bien y con estima de aquellos cuya felicidad envidiamos.
