Entre todos los vicios hay algunos que se llaman capitales porque son considerados como la fuente de otros muchos. Por lo común, se dice que son siete: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Como estos pecados son bastante comunes en el mundo, es conveniente que los fieles estén bien instruidos al respecto, para preservarse o para apartarse de ellos, si hubiera algunos en los que se encuentren metidos.

La gula es el deseo desordenado del placer que se encuentra en beber y comer, o el apego a ese placer. Se peca por gula comiendo o bebiendo por sensualidad con exceso, o manjares prohibidos o demasiado delicados; no ayunando los días que manda la Iglesia, y comiendo sin necesidad, o con excesiva avidez, gusto o placer.

El mayor pecado que se comete por gula es la embriaguez, porque hace perder la razón; de ordinario hace que uno se encolerice; se deje llevar a violencias y ultrajes al santo nombre de Dios; y, con frecuencia, es causa de discordia en las familias.

Los pecados que de ordinario produce la gula son la alegría inmoderada y la disolución, la excesiva facilidad en el hablar y la lujuria en palabras y en actos. La mayoría de las veces, este vicio embrutece el espíritu, y quienes a él se entregan no tienen ninguna sensibilidad para con Dios ni por su salvación; se hacen incapaces de llevar ninguna empresa, se ganan el desprecio de todas las gentes honradas, arruinan a su familia, echan a perder su salud y llegan a morir antes de tiempo, a causa de sus excesos.

Si se desea no incurrir en este vicio y no excederse en el comer y en el beber, hay que evitar la compañía de personas disolutas, no frecuentar las tabernas, no beber nunca vino sino con moderación, y mezclándolo con mucha agua, y acostumbrarse a levantarse de la mesa sin estar totalmente saciado.
Sección 6: De la ira
San Juan Bautista de la Salle (DC1 214.5)