El vicio capital de la lujuria
Entre todos los vicios hay algunos que se llaman capitales porque son considerados como la fuente de otros muchos. Por lo común, se dice que son siete: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Como estos pecados son bastante comunes en el mundo, es conveniente que los fieles estén bien instruidos al respecto, para preservarse o para apartarse de ellos, si hubiera algunos en los que se encuentren metidos.
¿Qué es la lujuria?
La lujuria es un deseo descontrolado de placeres sexuales o disfrutar de ellos sin medida. Se peca de lujuria cuando uno se deja llevar por pensamientos sucios, cuando tiene deseos impuros y no hace nada para evitarlos, o cuando se habla, se escucha o se lee sobre esos temas solo por placer. También es lujuria complacerse en ver cosas que incitan a la impureza, o tocarse a uno mismo o a otros con una mala intención. Por supuesto, también se considera lujuria tener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Consecuencias de este vicio
La lujuria tiene efectos muy negativos en quienes la practican. Les nubla el juicio, haciéndolos incapaces de escuchar la razón o de aceptar un buen consejo. Se vuelven egoístas, solo pensando en satisfacer sus pasiones. Por lo general, terminan odiando a Dios, porque Él prohíbe y castiga esos placeres pecaminosos. A las personas lujuriosas les da mucho miedo el más allá, ya que saben que el juicio pondrá fin a sus placeres terrenales.
Quienes se entregan a este vicio son muy infelices. Pierden su dignidad ante Dios y los demás, y pueden llegar a perder sus bienes, su salud e incluso su vida, cayendo en enfermedades vergonzosas y la miseria.
Cómo luchar contra la lujuria
Para evitar caer en la lujuria, hay que actuar desde el principio, resistiendo la tentación en cuanto aparece. Es fundamental controlar el cuerpo y los sentidos, alejarse de las situaciones o personas que nos tientan y evitar la pereza. Confesarse con regularidad con el mismo confesor y tener una devoción especial por la Virgen María también son medios muy efectivos para mantenerse lejos de este vicio.
Versión original de San Juan Bautista de la Salle (DC1, 214.3)
La lujuria es el deseo desordenado de los placeres carnales o la complacencia en ese tipo de placeres. Se comete pecado de lujuria cuando uno se complace en pensar cosas deshonestas; cuando se tienen deseos impuros y no se evitan las ocasiones que llevan a ellos; cuando se dicen palabras lascivas; cuando se conversa con placer de ese tipo de asuntos y se escucha con agrado a los que hablan de ellos; cuando uno se complace en leer libros que tratan de ellos; cuando se cantan o se escuchan con agrado canciones deshonestas, y cuando se complace uno en mirar cosas que inducen a la impureza; cuando se practican tocamientos deshonestos, en sí mismo o en otros, con propósito malicioso; y cuando se practica el acto carnal fuera del matrimonio.
La lujuria causa muy malos efectos en quienes se entregan a ella. Caen en la ceguera del espíritu, que les impide escuchar la razón y el consejo; se dejan llevar sin consideración a satisfacer sus pasiones; tienen gran amor de sí mismos y odian a Dios, porque prohíbe y castiga los placeres pecaminosos; aprecian mucho la vida presente, como el único tiempo en que pueden disfrutar de tales infames placeres; y sienten profundo horror a la otra vida, porque pondrá fin a su culpable voluptuosidad.
Quienes se entregan a este vicio son muy desdichados; infames ante Dios y ante los hombres, pierden sus bienes, la salud y la vida, y se exponen a enfermedades vergonzosas, que a veces los llevan a morir en la miseria.
Los mejores medios para evitar la lujuria son: resistir a la tentación desde el principio, mortificar el cuerpo y los sentidos, alejarse de las ocasiones y huir de la ociosidad, confesarse con frecuencia con el mismo confesor y profesar devoción especial a la Santísima Virgen.
