Entre todos los vicios hay algunos que se llaman capitales porque son considerados como la fuente de otros muchos. Por lo común, se dice que son siete: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. Como estos pecados son bastante comunes en el mundo, es conveniente que los fieles estén bien instruidos al respecto, para preservarse o para apartarse de ellos, si hubiera algunos en los que se encuentren metidos.

La pereza es la tristeza, la inapetencia y el tedio por Dios y por las cosas que nos llevan a Él. También consiste en el descuido, la languidez y la repugnancia en cumplir nuestro deber. Se peca por pereza cuando se tiene un empleo y no se procura cumplirlo bien; cuando se descuida la obligación del estado que se ha abrazado; cuando no se pone cuidado en servir a Dios debidamente, y cuando no se le sirve sino con desgana; cuando no se hace todo lo debido con los hijos y con los sirvientes para impulsarlos a que cumplan bien su deber y sean muy fieles a Dios.

Los pecados que produce la pereza son: el temor a las dificultades que acompañan a la virtud; falta de ánimo para realizar el bien; grave descuido en el desempeño del propio empleo; inconstancia que lleva a abandonar y reemprender las prácticas de la piedad y de la virtud; falta de esperanza de salir de ese desdichado estado; la ociosidad y la pérdida del tiempo; la disipación del espíritu y languidez de corazón en el ejercicio de la religión; la aversión hacia las personas piadosas; y la dificultad para hablar y oír hablar de las cosas de Dios.

Los que están dominados por la pereza tienen la desgracia de verse privados de todas las virtudes, ya que no tienen ánimo para practicarlas; su descuido da entrada a todas las tentaciones, y les quita el mérito de sus buenas obras, que sólo hacen a disgusto y con descuido.

Los medios más adecuados para vencer la pereza son: seguir los consejos de un sabio confesor; tener cerca de nosotros a alguien que nos estimula al bien; frecuentar a menudo a personas virtuosas; y leer con atención y afecto las acciones y los sufrimientos de Jesucristo y las vidas de los santos, sobre todo de los que sufrieron o se violentaron mucho para adquirir la virtud.

San Juan Bautista de la Salle (DC1 214.7)