La
Virgen María era el centro y el alma de la Iglesia primitiva fundada por Jesús.
Ella animaba la fe en los corazones y era la cohesión del amor de los primeros
cristianos. Muchos Padres de la Iglesia ven en ello la razón por la que,
después de su resurrección, Jesús dejó a su Madre en la tierra durante tantos
años. La Santísima Virgen sigue cumpliendo hoy esta tarea. Ella realiza la
unidad de la fe y la Iglesia la llama, con razón, la exterminadora de todas las
herejías.
Miguel Ramón
Borrás, vecino de Bogotá (Colombia) contó este caso, acaecido a su hijo:
El niño
Miguel Orlando Borrás Azuero, de 13 años, sufrió un serio ataque de nefritis,
complicado con edema cerebral. Vino a quedar durante tres días completamente
ciego, privado del conocimiento, paralizado, en fin, casi muerto. Por tal lo
reputaban.
Nada menos
que once médicos examinaron al pequeño paciente en la clínica Marly de Bogotá.
Y todos a una lo declararon desahuciado.
La madre del
niño estaba en el colmo de la desesperación, pero también en el de la
confianza. Pidió fervorosamente a la Virgen del Carmen que le concediera
milagrosamente la salud al hijo de sus entrañas. El bendito escapulario marrón
de la Señora pendía en el cuello del enfermito.
Así sucedió,
al tercer día de aquella muerte aparente. Miguel Orlando se recuperaba a la
vista atónita de cuantos observaban el fenómeno. Comenzó a recobrar la salud,
volviendo en cierto modo a nacer. Pues, el 17 de diciembre, día en que tuvo
principio la mejoría, era precisamente su cumpleaños.
Para
testimoniar a la Virgen del Carmen nuestro eterno agradecimiento, hemos mandado
celebrar una misa solemne en su honor. Lo hicimos en el mes de julio,
consagrado a Ella por la piedad cristiana.
