María, que significa Señora o Iluminadora, de la esclarecida estirpe de David, Vara de Jesé, Huerto cerrado, Fuente sellada, Madre del Señor, Templo de Dios, Sagrario del Espíritu Santo, Virgen Santa, Virgen fecunda, Virgen antes del parto, Virgen después del parto, recibió el saludo del ángel y conoció el misterio de la Concepción (Encarnación); inquirió la manera de su alumbramiento y, aún en contra de la ley natural, creyó y prestó su asentimiento. - A la cual el mismo Señor, clavado en la cruz, por la sangre del Testamento, encomendó al discípulo virgen, a fin de que la Madre tuviera por compañero en la vida a aquel que, como sabía el Hijo, guardaba fielmente su virginidad. - Hay quienes afirman que María murió mártir, fundados en las palabras que el justo Simeón dijera a la Madre mientras tenía a Cristo en sus brazos: «Y una espada atravesará tu alma».
San Isidoro de Sevilla (+636)

Don Carlos de Verona fue cautivo de los moros, los cuales le pusieron en una horrible prisión y estrecha custodia, cuando su alcurnia y nobleza eran más reconocidas.

Se hallaba en una lóbrega y hedionda mazmorra, encadenado de pies y manos, maltratado y tan torturado que apenas si podía mover, para nada, los brazos.

Viéndose en tal tribulación y miseria tanta y que su rescate era casi imposible, por la fabulosa y cuantiosa suma que exigían los moros por el rescate de su persona, apeló a nuestra Madre y Señora del Carmen, con fervorosas y confiadas súplicas, rogándole con viva fe no le desamparase en tal trance y le sacase con vida de aquella tortura horrible que padecía.

Vestía desde su niñez, con gran devoción, el Santo Escapulario de María y con esta misma devoción crecía más y más su esperanza de ser liberado de aquellos tormentos.

Sucedió que una noche, cuando más fervorosamente clamaba, desde la negrura del triste calabozo, a la que es faro de indeficiente misericordia, se halló que, deshechos los grilletes y cadenas, caían a sus pies hechos pedazos. Se le apareció María Santísima y transformó en cielo aquella lóbrega e infecta mazmorra. Asiéndole luego la mano, le sacó de ella y le condujo hasta dejarle en sitio seguro y a salvo de todo peligro futuro de parte de los guardianes.

Vuelto Don Carlos a Nápoles, refirió y publicó a los cuatro vientos el prodigio que con él había obrado la Madonna del Carmine, a fin de que todos le acompañasen a dar gracias a María Santísima que con él se dignó realizar tan estupendísima maravilla.

Rafael María López-Melús, Prodigios del Escapulario del Carmen, Editorial Apostolado Mariano, Sevilla, pág. 53-54.