Con razón reprende San Agustín la necedad de cierto anónimo, el cual solía decir que, como se librase del infierno, poco le importaban las penas del purgatorio. A lo que decía el Santo: “Guardaos de hablar así, porque aquel fuego es más atroz que cuanto se pueda sentir ni imaginar en este mundo.
Carlos Rosignoli SJ
En otra ocasión estaba yo en presencia del Santísimo Sacramento el día de su festividad. Se presentó repentinamente delante de mí una persona, hecha toda fuego. Sus ardores tan vivamente me penetraron que me parecía abrasarme con ella. El deplorable estado en que me dio a conocer se hallaba en el purgatorio, me hizo derramar abundantes lágrimas.
Me dijo que era el religioso benedictino que me había confesado una vez y me había mandado recibir la comunión. En premio de esto Dios le había permitido dirigirse a mí para obtener de mí algún alivio en sus penas. Me pidió que ofreciese por él todo cuanto pudiera hacer y sufrir durante tres meses. Se lo había prometido, después de haber obtenido para esto el permiso de mi superiora. Me dijo que la causa de sus grandes sufrimientos era, ante todo, porque había preferido el interés propio a la gloria divina, por demasiado apego a su reputación; lo segundo, por la falta de caridad con sus hermanos, y lo tercero, por el exceso del afecto natural que había tenido a las criaturas y de las pruebas que de él les había dado en las conferencias espirituales, lo cual desagradaba mucho al Señor.
Muy difícil me sería el poder explicar cuánto tuve que sufrir en estos tres meses. Porque no me abandonaba un momento, y al lado donde él se hallaba me parecía verle hecho un fuego, y con tan vivos dolores, que me veía obligada a gemir y llorar casi continuamente.
Movida de compasión mi Superiora me señaló buenas penitencias, sobre todo disciplinas, porque las penas y sufrimientos exteriores que por caridad me hacían sufrir aliviaban mucho las otras interiores impuestas por la santidad de amor, como pequeño trasunto de lo que hace sufrir a estas pobres almas.
Al fin de los tres meses le vi de bien diferente manera: colmado de gozo y gloria, iba a gozar de su eterna dicha, y dándome las gracias, me dijo que me protegería en la presencia de Dios.
Había caído enferma; pero, cesando con el suyo mi sufrimiento, sané al punto.
Autobiografía de santa Margarita María de Alacoque, 5° Edición, Apostolado Mariano, Sevilla, N° 98, pgs. 111-113.
DE OTRA MANERA LO MISMO:
Hay que dar fe a las antiguas y santas tradiciones que enseñan que después de esta vida el alma será juzgada y severamente castigada si no ha vivido como corresponde.
Platón
Una vez, en la fiesta del Corpus Christi, estaba frente al Santísimo Sacramento, de repente apareció una figura frente a mis ojos, todo en llamas, cuyo calor era tan agudo que sentí como si me estuviera alcanzando. Esta imagen patética de este personaje, que tomé como un estado de alma en el purgatorio, me hizo llorar. Ella me dijo que era el alma de un sacerdote benedictino que una vez escuchó mi confesión y me animó a recibir la Sagrada Comunión. Como recompensa, Dios le permitió volverse hacia mí y dejar que alivie su sufrimiento. Me rogó que ofreciera todo lo que podía hacer y sufrir en tres meses. (...)
Me confesó que la razón principal de su gran sufrimiento fue poner el interés propio por encima de la gloria de Dios y buscar el reconocimiento entre las personas. La segunda razón fue la falta de amor por sus hermanos, la tercera: demasiada emotividad y apego que tenía hacia las personas, a lo que daba rienda suelta durante las conversaciones espirituales, lo que a Dios no le gustó. (...)
Este fraile no me dejaba en ese tiempo ni por un momento y todo el tiempo tenía la impresión de verlo ahogado en el fuego y sometido a unas terribles torturas, por lo que casi sin cesar lloraba y lloraba (...)
Después de tres meses, vi al venerable padre en un estado completamente diferente: lleno de alegría y esplendor, iba a disfrutar de la felicidad eterna. Me dio las gracias y prometió ser mi intercesor ante Dios. Yo entonces estaba enfermo, pero mis achaques disminuyeron junto con su sufrimiento y pronto me volví completamente sana.