Ah, las pobres almas tienen tanto que sufrir a causa de vuestra negligencia, de vuestra piedad demasiado cómoda, por vuestra falta de celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Cómo se puede acudir en su ayuda, si no es con un amor activo que ofrezca por ellas esos actos de virtud que tanto descuidaron cuando estaban vivos.
Beata Ana Catalina Emmerick
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| El Greco, Cristo abrazado a la cruz, Nueva York |
He visto 17 veces a nuestro antiguo criado en el Hospital. No hablé con él. Desde el 31 de Enero 1923 me quedé algunos días en una habitación del tercer piso. Una vez durante el día, mientras me miraba en el espejo, vi salir de él la cabeza de una mujer. Me di la vuelta, detrás de mí estaba una mujer vestida de rosado, desapareció al instante. Su vestido era como del siglo XVI, algo que me llamó la atención fue que su peinado no concordaba para nada con su traje.
En la noche me fui a dormir con un presentimiento no muy agradable, porque en la habitación de al lado, que estaba deshabitada, escuché hablar la misma voz, que si se ha oído una sola vez, no se olvidará jamás. Dormí muy bien hasta las tres, hora en la que me desperté con una sensación de miedo. De inmediato supe que no estaba sola. Encendí la luz y allí estaba ella, también había un hombre a su lado vestido de jinete, estaban en la puerta. Los rocié con agua bendita y le pregunté:
"¿Quién eres?".
Ella: "Bárbara".
Yo: "¿Qué quieres?".
Ninguna respuesta; ella puso su dedo en la boca y me hizo señas de que saliera con ella. Todo era tan natural que sentí vergüenza salir de la cama delante del hombre. Salieron por la puerta y noté una herida en la nuca de ella. Por eso el pelo desordenado. No me atreví a ir con ellos; sólo cuando salieron me levanté y fui a ver adónde iban; entraron en la alcoba. Yo no pude entrar porque estaba con llave.
El 5 de Febrero, que tenía trabajo de sobra, vi a Bárbara en el pasillo y entró de nuevo a la alcoba. Bajé rápidamente por la llave y la seguí; la encontré, me esperaba apoyada en la pared. Le pregunté:
"¿Eres tú Bárbara von L... V?" (Habíamos investigado en las crónicas y encontramos dos mujeres llamadas Bárbara).
Ella: "Sí".
Yo: "¿Quieres orar conmigo?"
Me hizo señal de que sí con la cabeza y una mirada no muy agradable; comencé a recitar: "Alma de Cristo..." y cuando dije: "Agua del costado de Cristo, lávame...", empezó a llorar y sollozar terriblemente, con su cara entre las manos. Después volvió a mirarme con aquellos terribles ojos y se salió de la torre.
Durante algún tiempo no subí más a aquel piso. Y ella tampoco aparece.
Poco después una pintora se instaló en el cuarto de arriba. Subimos muchas veces para ver sus trabajos, pero Bárbara no aparece.
El 21 de febrero por la noche me desperté con la misma sensación. Bárbara y el hombre estaban allí de pie. Realmente me enojé porque abajo sí me sentía segura de ellos y les dije:
"¿Por qué no se quedan arriba?".
Ellos: "Porque ellos no nos pueden ver".
Le pregunté al hombre: "¿Cómo te llamas?".
Bárbara respondió por él: "Tomás".
Yo: "¿Qué quieres de mí?".
"Una Santa Misa", dijo Bárbara.
Recé con ellos y les dije: "No vengan más, yo les prometo que rezaré por ustedes".
Se fueron y no los vi más.
Siempre me maravilla aquella fuerza que sale de las almas para despertarme del profundo sueño. El despertarse es algo totalmente único; uno no duda lo que allí le espera. Es un ver en la oscuridad e, incluso, una vez con Bárbara cerré los ojos para probar, pero entonces no vi nada!
Fuente: Eugenia von der Leyen, Mis conversaciones con las almas del purgatorio
