DICHA DEL QUE LO SUFRE TODO POR DIOS

(Anécdota cristiana) 

Un gran señor, yendo un día a la caza, y habiéndose separado de él todos sus compañeros para perseguir diferentes bestias, siguió una hasta un bosque muy apartado, y queriendo ir mas adelante, oyó la voz de un hombre que cantaba muy agradablemente: sorprendido de oír una voz tan armoniosa en aquel lugar tan retirado, y sabiendo que no podía ser de ninguno de sus compañeros, ni de alguna persona del país, tuvo la curiosidad de examinar lo que podía ser; y atravesando el bosque hacia la parte de donde venía la voz, encontró a un hombre tan desfigurado por la lepra en todas las partes de su cuerpo, que las carnes, consumidas por la podredumbre, le caían a pedazos por todas partes. Se horrorizó con esta vista; no obstante haciéndose violencia, se acercó al leproso, le saludó con palabras muy atentas, y habiéndole pedido en seguida si era él quien cantaba, y de donde podía venirle una voz tan agradable, el leproso contestó que en efecto era él y que esta voz era su voz natural. 

— Mas ¿cómo podéis alegraros -replicó este señor- en el estado miserable en que os halláis? 

— Entre Dios y yo -replicó el leproso- no hay otra separación que este a muro de barro que es mi cuerpo: cuando estará derruido, y este embarazo será quitado, entonces iré á gozar libremente de la vista de mi Salvador; y como veo que este muro cada día va arruinándose, el exceso de la alegría que esto me causa, me hace cantar, no aguardando sino la hora en que será enteramente demolido, y en que separada el alma de mi cuerpo, pueda ir a gozar de mi Dios, que es la fuente viva y manantial inagotable de toda especie de felicidades. 

Miguel Pratmans, El catecismo en ejemplos, o la doctrina católica, esplicada con más de 650 hechos históricos, parábolas y comparaciones, Barcelona 1857, N° 14, pgs. 20-21.