Honradez dineral de una menesterosa Viuda recompensada

Debajo de una imagen del Corazón de Jesús, colocada en un confesionario, una inscripción dice: “Quod vixi, tege; quod vivam, rege” (Cubre mi pasado; orienta en el porvenir mi vida).

Diligencia postal de antes
Un hombre muy pobre llamado Traugott habitaba en la aldea de Grunan. Murió de fiebres malignas y dejó a la viuda, con varios hijos de pocos años, en necesidad extrema. La pobre mujer no sabía cómo componérselas para mantener a sus hijos. Con el corazón transido de pena, se fue a casa de un hombre rico, a la par que liberal y dado a socorrer menesterosos, con el fin de pedirle algo con que atender a lo más apremiante.

Quiso la mala fortuna que aquel hombre hubiese emprendido un largo viaje, del que tardaría varias semanas en regresar. La atribulada mujer se dirigió entonces a la iglesia, y cayendo de hinojos ante el tabernáculo, puso todas sus cuitas bajo el amparo del Eterno. Y rogó con palabras y lágrimas al Santísimo Sacramento que le viniese en ayuda.

Cuando salía del templo, se sentía algo más animosa y fortalecida por la virtud de la oración. Entonces vio caer un paquete de una diligencia que pasó por la plaza a todo correr. La pobre mujer lo recogió. Pero al ver que contenía dinero, sin tardanza lo entregó a manos del alcalde de aquel lugar, por si aparecía el verdadero dueño.

Su honradez halló la merecida recompensa. El dueño del dinero no tardó en ser hallado, y la buena mujer recibió como premio la décima parte de la cantidad hallada, que era muy crecida. Con aquel dinero pudo aminorarse largo tiempo la estrechez de aquella familia.

Dios envió a la pobre viuda, por su devoción al Santísimo Sacramento, un auxilio eficaz.

cf. Francisco Spirago, Catecismo en ejemplos, IV. parte, 2° Edición, Editorial Políglota, Barcelona 1940, núm. 1697.