Que los devotos de la Santísima Virgen traten de ganar el mayor número de fieles para la cofradía del Santo Rosario, a ejemplo de estos santos y de este rey. Así conseguirán en la tierra la protección de María y luego la vida eterna: "Los que me den a conocer, alcanzarán la vida eterna."
(Eclesiástico 24, 31)
A Alfonso, rey de León y Galicia, que deseaba que todos sus criados honrasen a la Santísima Virgen con el Santo Rosario, se le ocurrió, para animarles con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran Rosario, aunque sin rezarlo, lo que bastó a obligar a todos sus cortesanos a que lo rezaran devotamente.
El rey cayó gravemente enfermo y cuando le creían muerto fue transportado en espíritu al tribunal de Jesucristo, vio allí a los demonios, que le acusaban de todos los crímenes que había cometido, y cuando iba a ser condenado a las penas eternas, se presentó a su favor la Santísima Virgen delante de su divino Hijo; se trajo entonces una balanza, se colocaron todos los pecados del rey en un platillo, y la Santísima Virgen colocó en el otro el gran Rosario que él había llevado en su honor, juntamente con los que, gracias a su ejemplo, habían rezado otras personas, y esto pesaba más que todos sus pecados. Y después, mirándole con ojos compasivos, le dijo:
"He obtenido de mi Hijo, como recompensa del pequeño servicio que me hiciste llevando el Rosario, la prolongación de tu vida por algunos años. Empléalos bien y haz penitencia."
El rey, vuelto en sí de este éxtasis, exclamó:
"¡Oh bendito Rosario de la Santísima Virgen, por el que fui librado de la condenación eterna!"
Después que recobró la salud pasó el resto de su vida con gran devoción al Santo Rosario y lo rezó todos los días.
(San Luis María Grignon de Montfort,
El secreto admirable del Santo Rosario, N° 29)
El secreto admirable del Santo Rosario, N° 29)
