El ejército de Otokar, rey de los checos, y el del emperador Rodolfo estaban ya para entrar en combate entre sí, cuando Otokar se asustó de la fuerza del enemigo, muy superior a la suya, y prometió hacer juramento de fidelidad a Rodolfo. La única condición que puso fue la de no tener que hacerlo públicamente, sino en secreto, en la tienda imperial, donde nadie le viera. Mas cuando estaba arrodillado ante el emperador, según un plan de antemano preparado por éste, cayeron las cortinas de la tienda y todo el ejército pudo ver el miedo con que estaba arrodillado el rey Otokar.
Rufino 1792
El hijo de un poderoso industrial, deseoso de emanciparse y montar por su cuenta un negocio, pide a su padre un anticipo. Van los dos a la caja. El padre abre y el joven observa cómo en la caja, automáticamente iluminada, aparecen, clasificados por clases, montones de billetes y valores. «Veintiún millones», dice satisfecho el padre.
La ambición corroe al joven. Sobreviene la tentación y sucumbe en ella. Falsifica una llave y una noche va al despacho y abre la caja, que se le ofrece iluminada y sugestiva. Un cric apenas perceptible le hiela la sangre. Observa alrededor suyo y se asoma a la puerta, mas no ve a nadie. Vuelve, alarga la mano y se lleva un millón.
Al día siguiente, dice su padre: «Me han robado, pero no me preocupa; descubriré al autor.» Por la tarde, por orden del industrial, se junta en el salón de actos de la colonia obrera todo el personal: obreros y técnicos con sus familiares. Es para una sesión de cine.
Allí está el joven. Se le ve, pálido de emoción, en la pantalla, cómo abre la caja y, aturdido, va a la puerta, vuelve y roba. El cric apenas perceptible es el disparador automático de una máquina de filmar hábilmente disimulada en el fondo de la caja.
Podéis comprender la estupefacción de los obreros, la indignación de los técnicos, el bochorno de los familiares y, sobre todo, la desesperación del muchacho.
Mauricio Rufino, Vademécum de ejemplos predicables, Editorial Herder, Barcelona 1962, N° 1824.
