El nombre de María para los que devotamente la invocan es la llave del cielo.
San Efrén 


La cosa ocurrió en España, en los tiempos de Napoleón, bajo cuyo mando los franceses ocupaban una parte del país. Un cierto cabo, que era polaco de origen, la contó después al hermano de su antiguo superior militar en España, muerto éste después de haber sido alcanzado por cinco balas a la vez... Este superior infeliz fue quien le había mandado a nuestro cabo relator a un pueblo llamado Lamego, con una orden por entregar. 

El cabo recordaba todo como si recién ocurriera... 

Habiendo llegado al lugar, encontró ahí a unos soldados franceses, quienes se permitían demasiado. Algunos tan solo jugaban a los dados o a cartas, pero otros hasta se atrevían a importunar a las doncellas del pueblo. Después de haber bebido demasiado, lloraban balando, lo cual - según la opinión del cabo relator - era la costumbre de todos los franceses. Bigotudos y barbicanos, porque ya viejos, cantaban, sin embargo, unas coplas tan verdes, que hasta el entonces joven cabo sentía vergüenza. Pero las cosas empeoraban más todavía, los ebrios soldados hacían cada vez peores travesuras. Primero, blasfemaban contra los santos. Luego, pecando cada vez peor, se atrevieron a hablar mal de la Virgen María... 

Entonces el cabo, que era miembro de una cofradía consagrada a la Virgen y estaba obligado a defender el honor de la Señora, los retó a los soldados fuertemente: 

—¡Cierren el pico! ¡Diablos! 

Se callaron. No querían agarrarse con él. Después del incidente, se fueron a dormir, todos bien borrachos... 

He aquí de noche tocaron la orden a caballo. Por el campamento cundió el pánico. Estos franceses, que ni a la Virgen la respetaron, "buscaban ahora sus gorras, pero no podían ponérselas" - dijo en broma el cabo. Es que ¡no tenían cabezas! El bribón de granjero se las cortó a estos franceses, como si fueran gallinas de la granja. 

Tan solo el cabo relator conservó su cabeza. En su gorra encontró una hoja con el siguiente escrito: 

Vivat Polonus, unus defensor Mariae - Viva el polaco, el único defensor de María. 

Terminando su historia, el viejo cabo añadió: 

—Así que usted ve: yo estoy vivo gracias a este Nombre... 

Fuente: Adam Mickiewicz, Dziady 
część III, Akt I, scena 1