¿Podremos oír sin temblar a esos infelices que se atreven a llevar su furor hasta jurar por el santo nombre de Dios, ese nombre adorable que los ángeles se complacen tanto en repetir incesantemente: "Santo, Santo, Santo, es el gran Dios de los ejércitos; sea Él bendito por los siglos de los siglos"?
San Juan María Vianney, Sobre la ira

Pecado grave de Desprecio por Dios y sus Enseñanzas

Ocurrió en un rincón perdido del mundo. Un hombre grosero e impío estaba por algo enojado con Dios. Y como solía hacer con los mortales comunes, comenzó a echar las maldiciones más odiosas contra el cielo. ¡Hasta amenazaba al Todopoderoso con el puño!

La esposa del blasfemo estaba en este momento llorando, los niños se escondieron en algún lugar. La enemiga vecina corrió donde el párroco para avisarle. En general, todos se movieron y conmovieron porque la cosa estaba sucediendo en la plaza principal.

Sólo el diablo, compañero inseparable del blasfemo maldecidor, estaba contento. Éste era su trabajo diabólico, a arrastrar las almas al fuego del infierno. Durante años había estado trabajando el demonio en la destrucción de esta alma...

Pero no fue suficiente para que el blasfemo furibundo atacara los cielos con su lengua agresiva. Agarró una escopeta y comenzó a disparar contra el cielo. Gritó una y otra vez:

—¿Y qué, eres todopoderoso y castigarme en seguida no eres capaz?

Apenas hubo dicho estas palabras blasfematorias varias veces, cayó muerto repentinamente, como fulminado por un rayo...

Al principio, un murmullo de consternación horrorosa recorrió la multitud reunida. La gente se echó a persignarse con la señal de la Santa Cruz. Pero los más audaces se acercaron para investigar la causa de esta muerte súbita. Encontraron una marca de bala en la cabeza. La bala atravesó el cráneo, privando de la vida al enfurecido hombre.

Entonces entendieron... ¿Qué entendieron?

En algunos países tienen la fea costumbre de disparar a los vítores. Como consecuencia de tales juegos son generalmente algunos muertos o heridos. Porque el proyectil corre rápidamente hacia el cielo, como la palabra de un blasfemo. Pero al final se cansa, se detiene, gira y comienza a caer. Y cae recto y rápido, como un alma condenada que vuela precipitándose en las profundidades del infierno. Y si tal bala cayendo golpea desde arriba la cabeza de alguien...

Esto fue lo que le sucedió a este hombre impío y feroz: la bala que él mismo había disparado, cayendo a fuerza de inercia, le atravesó el cráneo.

¿Coincidencia o juicios divinos? No lo sabemos. Pero sí hay justicia divina en el mundo porque Dios es orden. Es el Juez justo que premia el bien y castiga el mal.

Anónimo