El que oye Misa, hace oración, da limosna o reza por las almas del Purgatorio, trabaja en su propio provecho. 
San Agustín de Hipona 

Catecismo
de la
Iglesia

El año de mil quinientos ochenta y nueve murió en el convento de Nuestra Señora de los Angeles de Florencia una monja de notables prerrogativas, que poco después de muerta se apareció a Santa María Magdalena de Pazzis, suplicándola se compadeciese de los tormentos que padecía en el purgatorio. Orando la Santa ante el altar donde estaba la Eucaristía se apareció de repente arrodillada ante el Santísimo Sacramento, y ardiendo toda ella, a excepción de la parte que defendía una blanquísima faja que hacia el pecho la rodeaba. 

No se sorprendió poco la Santa de ver una de sus monjas en tal tormento; y deseando saber la causa, a la pregunta que hizo al intento contestó la aparecida, que padecía aquel purgatorio en castigo de su tibieza para con la sagrada Eucaristía, pues por negligencia, y contraviniendo a lo prevenido en su santo Instituto, había dejado muchas veces de acercarse a la sagrada mesa con gran detrimento de su espíritu. Que por tanto, y para castigar su frialdad, debía venir todos los días a adorar al Santísimo Sacramento, ardiendo en aquellas llamas, las que grandemente la atormentaban, si bien le servía de no poco refrigerio aquella faja que la rodeaba, y que el Señor le había concedido en premio de la fidelidad con que guardó la flor de la virginidad. 

Enternecida la Santa con esta relación, se aplicó con todo el fervor de su espíritu a rogar por ella. Ni cesó en esta obra de caridad hasta que vio que cambiadas las llamas en resplandor celestial, se subió al cielo gloriosa. Entretanto, como celosa, discreta y gran maestra de espíritu, se aprovechó bien de tal suceso para enfervorizar a las tibias, y encender a todas las monjas de su obediencia en amor a la Sagrada Eucaristía. 

Carlos Rosignoli SJ, Maravillas de Dios con las almas del purgatorio, Editorial Difusión, Buenos Aires 1945, pgs. 265-266.