Suframos esto que es menor, por librarnos de lo otro que es más; y tanto más, cuánto es más lo vivo que lo pintado. No hay que quejarnos del mal que nos puede suceder en esta vida, sino consolarnos mucho, que quien debiera estar en aquel incendio eternamente y sin provecho, esté con esperanza de la gloria, con un dolor temporal en que merezca el cielo. 
Juan Eusebio Nieremberg 

Madre Úrsula Benenicasa

La venerable Madre Ursula de Benincasa de la Orden Teatina, hallándose en la agonía su hermana Cristina, padecía no poco ella misma, ya por los dolores acerbos que veía sufrir a la paciente, y ya por el purgatorio que la esperaba para limpiarse de las manchas contraídas durante su vida: y como hubiese oído predicar que una persona podía librar a otra del purgatorio ofreciéndose a padecer en esta vida lo que en la venidera había de sufrir la otra (como en efecto lo hizo Santa Catalina de Sena), dirigiéndose con heroica caridad a su esposo Jesús le rogó que, perdonando a su hermana, dispusiese de ella para satisfacer a la divina Justicia. Mientras hacía esta oración expiró su hermana. En el mismo punto fue arrebatada en éxtasis, y vuelta en sí al cabo de algún tiempo, prorrumpió en estas expresiones: 

—¡Por siempre seáis bendito, Dios y Señor mío, y bendita por siempre la misericordia usada con mi hermana, ya que habéis aceptado mi oferta en compensación de lo que ella había de padecer en el purgatorio! 

Y fuera de sí de gozo, reuniendo a sus compañeras cantaron el Te Deum en acción de gracias. 

Pero apenas lo hubieron concluido, se sintió atacada de fuertes dolores, y tan tenaces, que no se vio libre de ellos mientras vivió. 

Carlos Rosignoli SJ, Maravillas de Dios con las almas del purgatorio, 
Editorial Difusión, Buenos Aires 1945, p. 276.