No es una simple coincidencia y no ocurre eso sin razón que los siervos de la Virgen María la llamen MADRE, e incluso dirías que no pueden invocarla con un nombre diferente al de madre por excelencia. De hecho, María es nuestra madre, no según la carne sino según el espíritu: es la madre de nuestras almas, la Madre de nuestra salvación. 
San Alfonso de Liguorio 


El 21 de agosto de 1895, Aurelia Huprelle llegó a Lourdes, tan agotada por la tuberculosis, que en su camino a Lourdes solo tomaba un poco de agua con unas gotas de ron. Ella llegó a Lourdes inconsciente. 

Su enfermedad pulmonar se remontaba a hacía seis años. El Dr. Hardivilliers de Beauvais, quien era el médico a domicilio de la familia de Aurelia, declaró en su testimonio que Aurelia tenía una enfermedad torácica muy grave. Los pulmones se descomponían cada vez más, la fiebre era constante y fuerte, por lo que la muerte se acercaba rápidamente. 

A mediados de mayo, la paciente sufrió una hemorragia rápida, después de lo cual su respiración se volvió aún más difícil. 

En su viaje a Lourdes, la paciente de Poitiers permaneció débil, en estado de desmayo. Fue solo antes de llegar a la gruta que abrió los ojos por primera vez y se notó el primer destello de conciencia en sus ojos. Poco después pudo recibir la Sagrada Comunión y comenzó a respirar un poco más libremente. Entonces los porteros la trasladaron sobre el colchón a la piscina, ignorando la tos asociada con una hemorragia severa. A las siete en punto de la mañana la sumergieron con la sábana en el agua, sosteniéndola por todos lados, porque no podía hacer ningún movimiento por sí misma y yacía como un bulto inerte. 

De repente la enferma sintió que su pecho estaba siendo atravesado por un terrible dolor inefable, luego todo el sufrimiento desapareció de inmediato y unas nuevas fuerzas entraron en ella. En unos segundos, Aurelia se curó por completo, sin ninguna transición. 

"En la oficina de informes", escribe el Dr. Boissarie, "lo examinamos con la mayor meticulosidad posible y no encontramos ningún daño en los pulmones... Debe agregarse que en el orden normal de las cosas nunca hay curaciones de enfermedades tan crónicas, que destruyen órganos tan necesarios para la vida, como los pulmones Es imposible en esos momentos cometer un error en el diagnóstico de la enfermedad, así como atribuir curaciones de este tipo a cualquier influencia nerviosa..." 

"El próximo invierno", además dijo el Dr. Boissarie arriba mencionado, "vimos a la señorita Huprelle en París. Aumentó veinte libras y le dio salud, fuerza y vida"... 

Leon Pyżalski CSsR, Matka dzieci Bożych. Czytania majowe z przykładami sposród uzdrowień lourdskich, Kraków 1937, ss. 73-75.