Ocho años de sufrimiento y fe inquebrantable

"Esta agua es considerada un medicamento, pero tienes que guardar la fe y rezar: ¡esta agua no podría hacer nada sin fe!"

Santa Bernadita Soubirous

Estatua de la Virgen María en la gruta de Lourdes con velas encendidas. Un símbolo de fe y esperanza.

El trágico accidente

En 1867, en Jabbeke, Flandes, un hombre llamado Pedro Rudder sufrió un accidente terrible. Un árbol pesado le cayó en la pierna, aplastándola por debajo de la rodilla. El hueso quedó destrozado en pequeños fragmentos. A pesar de los esfuerzos de varios médicos, la pierna no podía enderezarse y comenzó a supurar, haciendo que Rudder fuera una molestia para quienes lo rodeaban. No había duda de que los huesos estaban completamente rotos, pues la parte inferior de su pierna podía girar en cualquier dirección.

Un viaje de fe a Lourdes

Durante ocho años, Pedro Rudder vivió en una situación desesperada. Incapaz de trabajar para mantener a su familia, su condición era tan grave que ni los médicos más expertos podían ayudarlo. Sin embargo, Rudder era un hombre de fe, y creía firmemente que la Virgen María, salud de los enfermos, podría curarlo. Al enterarse de los milagros de Lourdes, decidió emprender el viaje.

El 7 de abril de 1875, a pesar de las dificultades de su discapacidad, viajó a Lourdes con su esposa. En la gruta, se unió a otros peregrinos en oración. Su fe y su confianza ilimitada en la Virgen Inmaculada parecían tan fuertes que conmovieron el corazón de María.

La curación milagrosa

De repente, sintió una conmoción extraña que recorrió todo su cuerpo. Por un momento, perdió el conocimiento. Cuando despertó, gritó: "¡Dios mío, ¿dónde estoy?!". Se dio cuenta de que no tenía sus muletas y que estaba arrodillado por su propia cuenta.

Una inmensa gratitud llenó su corazón. Se dio cuenta de que su curación era completa. Colocó sus muletas contra la pared de la gruta como testimonio del milagro, un objeto que por ocho años fue su única ayuda para caminar.

La confirmación y el impacto

La noticia de su curación se esparció rápidamente entre los peregrinos. La gente se agolpó a su alrededor, viendo con asombro su pierna ahora sana. Junto con él, lloraron de alegría y le dieron gracias a la Virgen por un milagro tan visible.

Los exámenes médicos posteriores confirmaron la curación. La pierna que había estado completamente aplastada y colgando solo de la piel y los tendones, se había fusionado con tal precisión que solo quedaba una pequeña cicatriz donde antes había una herida supurante.

El milagro tuvo un impacto profundo en la ciudad natal de Rudder, Jabbeke. Antes conocida por la incredulidad, la población ahora acudía en masa a la iglesia y a los sacramentos. Médicos y clérigos de toda la región visitaron a Rudder para presenciar el milagro con sus propios ojos, cuya fama se extendió por todo el país.

Fuente: Leon Pyżalski CSsR, Matka dzieci Bożych. Czytania majowe z przykładami sposród uzdrowień lourdskich, Kraków 1937, s. 49-51.