El alma purgante, en cambio, por el estado de gracia, tiende a purificarse y, por consecuencia tiene por cada culpa, una reparación especial. Cada falta es una deuda, es un daño, es un desorden; la deuda debe pagarse hasta el último centavo, el daño debe repararse: el desorden, eliminarse.
Ruotolo Dolindo, El Purgatorio...
Cuando los padres de la Compañía de Jesús establecieron por primera vez su orden en Kentucky, un ciudadano católico rico y respetado de Bardstown, el señor S..., solicitó admisión entre ellos, - aunque su edad y falta de una educación preparatoria completa ofreció obstáculos para su éxito. Él ingresó al noviciado, solo para convencerse de que era demasiado tarde para que se convirtiera en sacerdote, como prudentemente se lo habían dicho desde el comienzo. Sin embargo, su amor por la Sociedad había sido fortalecido por su corta estadía en el santuario de la comunidad, y resolvió dedicarse al servicio de los Padres de otra manera.
Con este objeto a la vista, el señor S... realizó investigaciones diligentes y anunció en varios periódicos del condado para una residencia adecuada en donde comenzar su buen trabajo. Uno de sus anuncios recibió una pronta respuesta de los albaceas de una finca en el condado de C... La propiedad ofrecida para la venta no tenía gravámenes, sus amplias tierras estaban bajo cultivo, la mansión en buen estado, etc.
Acompañado de un amigo, el señor S... se apresuró a visitar la plantación. Encontró un ala de la casa ocupada por el capataz y su familia, y observó con placer de que el anuncio no pareciera haber exagerado el valor de la finca.
El señor S... y su amigo se quedaron toda la noche. Les dieron a cada uno las habitaciones aparte, que los administradores habían ordenado mantener en disponibilidad para la recepción de los posibles compradores. Aunque muy cansados por el largo paseo a caballo por caminos mal cuidados, ninguno de los caballeros podía dormir, debido a un fatigoso e incesante golpeteo en una habitación contigua. Cada uno creyendo que el otro estaba profundamente dormido, se abstenía de despertar a su cansado compañero. Pero cuando se encontraron muy de mañana en el temprano desayuno, ambos, como en un suspiro, preguntaron a la esposa del agricultor la causa de los continuos golpes en el departamento contiguo.
La señora F... intercambió una mirada significativa con su esposo, y una especie de sonrisa sombría apareció en el rostro del último. Después de un momento de vacilación, declaró que él y su esposa, y los sirvientes en la propiedad, habían tratado en vano de averiguar la causa. Todos los que dormían en esas dos habitaciones oyeron el ruido y no pudieron dormir. Tanto marido como mujer aseguraron a sus invitados que los golpes en el departamento, siempre ocupado éste durante su vida por la señora G..., la difunta dueña de la estancia, comenzaron recién después de su muerte, antes siendo esta perturbación desconocida.
El señor S... y su compañero, naturalmente, se mostraban cada vez más interesados, y después de sugerir todas las causas comunes de estos inusuales y misteriosos golpes, como ratas, gatos, ardillas, puertas crujientes, persianas rotas, y similares, se fueron a caballo con el señor F... para hacer un examen exhaustivo de la finca.
Los dos caballeros cabalgaron por toda la plantación, consultando las cosas con los albaceas y algunos abogados, y después de inspeccionar la casa a fondo, se sentaron a la cena que la anfitriona preparó con una maestría digna de toda alabanza; ella misma parecía ansiosa debido a las revelaciones que se hicieron por la mañana. Cuando la noche entró, los visitantes fueron conducidos a las mismas habitaciones que habían ocupado anteriormente.
Por la mañana, cada uno volvió a hablar de su incapacidad para conciliar el sueño reparador, y mientras cabalgaban de regreso a B..., hablando sobre sueños, visiones y otros acontecimientos sobrenaturales, se preguntaron:
"¿No podría este golpeteo tener una causa sobrenatural?"
Concluyendo que podría, habían considerado que sería bueno presentar el caso ante el reverendo padre Q...; al menos, podrían ir y contarle su viaje al condado de..., y también de los misteriosos golpes, si serían de origen natural o no; porque cada uno sentía un poco de temor de que se rieran de él por demasiado crédulo.
En el curso de su conversación con el padre, le contaron todos los detalles de lo de que se habían enterado y de lo que habían experimentado personalmente. El padre Q... parecía considerar que el hecho se podría explicar fácilmente con alguna causa física; pero cuando los caballeros le llamaron la atención sobre la circunstancia de la muerte de la señora G..., pareció haber mudado de opinión.
Finalmente, se decidió que el padre Q... y otro hermano sacerdote deberían acompañar al señor S... y su amigo a la plantación, para investigar el caso personalmente.
Poco después de su llegada a la mansión, los sacerdotes, precedidos por los sirvientes de la familia, el señor y la señora F..., y los dos visitantes, fueron a la misteriosa habitación. Cuando un poco de agua bendita había sido rociado por la habitación, hubo un cese del golpeteo, y después de recitar algunas oraciones, el Padre Q... preguntó, en latín, a cualquier espíritu que pudiera estar allí, por la causa del disturbio. Le respondieron claramente en la misma lengua que el alma de la señora G... no podía descansar en paz, debido a una deuda no cancelada con el zapatero, señor...
Al interlocutor se le aseguró que el asunto sería atendido de inmediato. Entonces, sin embargo, los golpes volvieron a comenzar y continuaban. Todos estaban dolorosamente sorprendidos, pero le agradecieron a Dios que sería tan fácil arreglar el asunto de saldar la deuda. El rosario fue recitado por la asamblea, la mayoría de los cuales suponía que los sacerdotes estaban presentes para bendecir la casa.
Sin demora, el señor S... y el padre Q... fueron a la tienda del zapatero del pueblo, y le rogaron que presentara alguna factura que él podría tener contra el patrimonio de la difunta señora G... El zapatero dijo que no creía que hubiera algo debido a él, porque los pagos siempre se habían hecho muy puntualmente. Sin embargo, revisó su libro de cuentas, y declaró que no encontró nada. Triste sorpresa. Los dos amigos se marcharon y le dijeron al zapatero que si, en cualquier momento, encontraría algo en contra de la propiedad, los informara sin demora.
A su regreso a casa, el zapatero le contó a su madre lo que había sucedido en la tienda. Después de reflexionar, ella le preguntó si él había mirado las cuentas de su padre. "Ciertamente no", dijo. Entonces observó que la solicitud solo se había cumplido a medias, porque la señora G... había sido cliente de su padre. Después de la cena, subieron al ático y, encontrando los viejos libros de contabilidad, los revisaron cuidadosamente. A su sorpresa, encontraron una factura de doce dólares y medio, por un par de zapatillas de satén blanco (probablemente zapatos de boda de la señora G...), que, en medio de varios asuntos, había permanecido no pagado.
Un mensajero fue enviado con toda velocidad a la mansión. En el camino se encontró con el padre Q... y el señor S... La factura, con intereses, fue pagada en el acto, y, volviendo a la casa, se enteraron de los asombrados y encantados inquilinos de que los golpes habían cesado repentina y completamente.
Poco después, el señor S... se convirtió en el dueño de la finca, los herederos de la que, al preferir vivir en Europa, habían permitido su venta, para dividir y disfrutar de las ganancias. Como el señor S... había planeado, se fundó una casa religiosa allí, y en poco tiempo estuvo bajo el control de la Sociedad, objeto de sus aspiraciones y de su amor entusiasta.
Mary Anne Madden Sadlier, Purgatory: Doctrinal, Historical and Poetical,
New York 1885, pgs. 151-154.
