Y es que el Rosario no es más que una síntesis de la Historia de la Salvación en todos aquellos misterios en que María está al lado de Jesús participando viva y eficazmente en la salvación de los hombres. Y con el recuerdo de estos misterios la invocamos con las palabras del Angel en la Anunciación-Encarnación y le suplicamos reiteradamente nos proteja durante toda la vida y en especial a la hora de la muerte. Nos asociamos a la "Esclavita del Señor" y la acompañamos hasta que la vemos en la gloria para que con Jesús nos ponga la corona que hayamos merecido. ¡No es maravilloso recorrer todos los días, en compañía de la Madre del Redentor, el camino de nuestra salvación!
Francisco de P. Soló SJ
Refiriéndose al renombrado médico francés José Récamier, que murió en París el año 1852, escribía el librepensador Magant lo siguiente:
Cierta vez, en una reunión que tuvimos en casa del doctor Récamier, tanto yo como otros médicos que a ella asistieron, echamos de ver unos rosarios entre los objetos que tenía aquel hombre ilustre sobre la mesa de su despacho. La verdad es que nos quedamos atónitos considerando que un hombre tan sobremanera docto, un profesor tan admirado, una de las más altas autoridades de Europa en aquel ramo de la ciencia, médico de príncipes y reyes, rezase el Rosario. Se percató Récamier de las miradas de extrañeza que lanzábamos a los rosarios, y nos dijo:
"Ciertamente, amigos, tengo por costumbre rezar el Santo Rosario. E incluso en el ejercicio de mi profesión lo utilizo a menudo con admirable éxito. Si todos los auxilios de la ciencia resultan infructuosos en un enfermo, me dirijo a la Madre de Dios, rezo una parte de Rosario, y más de una vez presencié curaciones verdaderamente sobrenaturales. Créanme, la Madre de Dios es una admirable intercesora."
Son muy dignas de ser mencionadas las frases de Récamier referente al Rosario:
"El Santo Rosario es en la casa a manera de una campana. Cada Avemaría es un toque para que nos sea abierta la puerta de la gracia. Con cada Avemaría presentamos ante la Virgen Santísima nuestras súplicas."
F. Spirago, Catecismo en ejemplos, T. 4, 2. ed.,
Editorial Políglota, Barcelona 1940, N° 1976.
