Y luego, en la misma gruta ya, los ojos del espectador se detienen en tres hileras de muletas y zancos que los cojos curados, dando brincos de alegría, dejaron aquí en señal de gratitud. Los hay la mar ahí: unos ricamente confeccionados y otros simples - la antigua propiedad de pobres mendigos. Admito que verlo hace un efecto de veras fulminante sobre el espectador. Uno tendría que ser incrédulo como E. Zola, como para no sentir una emoción profunda aquí, mirando tanta evidencia de la bondad de María Santísima, ¡esta Médica celestial! La fe se fortalece, la esperanza crece, los ojos se llenan de lágrimas de enternecimiento y gratitud, la oración humilde nace en lo profundo del alma y se revela afuera con un ligero murmullo de labios, suave y apenas audible. No te extraña ni sorprende cuando ves mujeres de las más altas familias aristocráticas, arrodilladas junto a la gruta con los brazos abiertos, pasando las cuentas del rosario con sus dedos, sumergidas en una profunda oración junto a una pobre mujer de la plebe; o cuando ves hombres de alto rango en la jerarquía civil, descendientes de las familias francesas más grandes, rezando humildemente en la gruta junto a un trabajador o artesano mal vestido, cuyas manos gastadas por el trabajo también mueven las cuentas del rosario.
(Jan Górka, Lourdes. Wspomnienia z pielgrzymki, Tarnów 1914, p. 15.) 

El 31 de agosto de 1891, el siguiente aviso llegó a Lourdes sobre la curación de uno de los religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios que trabajaba en la ciudad de Lyon: 

«El hermano Adolfo tiene 21 años. Su salud es frágil y, como tal, no fue admitido en el noviciado sin que los superiores lo pensaran mucho... El 20 de diciembre del año pasado tuvo bronquitis y en ese momento también se le diagnosticaron trastornos en el funcionamiento de vasos de los nervios... 

El curso de la enfermedad fue largo y persistente... Baste decir que desde el 7 de junio del año siguiente comenzó a vomitar, hasta tal punto que no pudo soportar ningún alimento... Ya en los primeros días de agosto la nutrición se volvió completamente imposible... 

El 15 de agosto se podía pensar que había llegado el último momento. La delgadez y el debilitamiento eran extraordinarios, los ojos inexpresivos y borrosos, el médico ya no podía encontrar el pulso y las extremidades se enfriaban. A las tres en punto de la tarde, el paciente recibió los últimos sacramentos. 

A las ocho y media de la noche, el aliento se volvía más raro y más difícil con cada momento, los últimos síntomas de agonía ya eran completamente visibles. Entonces, se dejó una cucharadita de agua de Lourdes en la boca del paciente, y poco después una segunda cucharadita. En ese momento sintió un alivio repentino, las señales de morir cedieron, y pronto el paciente declaró que se sentía sano. Quería levantarse de inmediato, y fácilmente tomó varias bebidas. Alrededor de las cuatro de la mañana exigió una comida, primero líquida, luego sólida, y la aceptó sin ninguna dificultad. 

Las fuerzas que regresaron inmediatamente se manifestaron rápidamente afuera. De ahora en adelante, la curación está completa. El hermano Adolfo lleva a cabo tareas extremadamente pesadas en el caso de personas muy inquietas con enfermedades mentales y personas paralizadas, y apenas se nota que estas tareas lo cansan demasiado. No siente ninguna molestia, sí, disfruta de una salud de la que nunca pudo presumir. 

Aquí están los hechos que hemos presenciado y que damos fielmente. La admiración despierta en nosotros no solo la cesión inmediata de la enfermedad, sino también la completa desaparición de los síntomas de la extenuación por causa del hambre, la que ya le había llevado al enfermo a una verdadera agonía. Que las fuerzas regresaron de inmediato es como una especie de resurrección, que supera el poder humano y su capacidad de comprensión». 
Firmado: Dr. Carrier 

Fuente: Leon Pyżalski CSsR, Matka dzieci Bożych. Czytania majowe z przykładami sposród uzdrowień lourdskich, Kraków 1937, pag. 127-129.