—¿Por qué para poder comulgar no basta ni aun el acto de contrición perfecta al que sabe que está en pecado mortal? —Porque la Iglesia ha establecido para mayor reverencia de este sacramento que quien está en pecado mortal no se atreva a comulgar si primero no se ha confesado.
Catecismo Mayor, Edición de 1973, Capítulo IV, 633.


En la mañana del 6 de noviembre de 1824, acaeció un robo sacrílego en la parroquial iglesia de Onil. Entre los objetos robados se hallaba el viril con la sagrada Hostia.

El ladrón fue preso en el acto mismo de vender la Paz a un platero de Alicante. Descubierto el reo y aparecidas las alhajas, sólo faltaba la más preciosa, que era el viril con la sagrada Forma, y para conseguir su hallazgo, ordenó el juez que se hiciese un reconocimiento en todas las cuevas, casas derruidas, corrales y pajares sospechosos de los términos de Onil, Ibi, Tibi, y Castalia.

Describir la asombrosa actividad de los afligidos vecinos de aquellas cuatro villas, es cosa poco menos que imposible. No quedó lugar, por oculto y escabroso que fuera, que no se examinase, ni planta que dejase de registrarse con la mayor diligencia, ni hubo piedra que no se volviese de un lado a otro con el noble fin de hallar, cuanto antes, las sacrosanta Hostia robada.

Una piadosa viuda, sumamente pobre, pero muy rica en devoción, llamada Teresa Carbonell, ofreció una Misa a las almas del Purgatorio si tenía ella la dicha de encontrar al Señor. Se fue luego a la pedrera, registra cuantas piedras había, revuelve malezas del lado de una losa grande y descubre, por fin, unos rayos que le parecía eran de viril. No quedándole ya duda alguna en que debajo estaría la sagrada Forma, prorrumpe en tiernos sollozos, da gritos, y en un sencillo y patético lenguaje, dice:

—Vinguen, vinguen, que asi está Nostre Senyor.

A estas voces acudieron todos, y la afortunada mujer quedó de rodillas y extática en aquel mismo instante, permaneciendo en aquella actitud hasta que se dispuso fuese trasladado el Santísimo Sacramento procesionalmente a la iglesia de Tibi.

Habiendo acudido el cura y el alcalde, se procedió a quitar la losa, bajo la cual hallaron envueltos en sucios trapos el viril con la sagrada Hostia. Los vítores y gritos de entusiasmo pronto anunciaron por todas partes el deseado hallazgo.

En aquella misma noche ocurrió, que apareciendo de repente una estrella hermosísima formando un arco, con iluminación extraordinaria y diferente de las que comúnmente suelen aparecer, se extendió hacia una grande altura, a la izquierda del poniente, tomando luego un curso rápido, muy inclinado y derecho a la pedrera. Se dejó ver sobre el sitio donde estaba ya descubierto el Santísimo Sacramento, descendió entonces perpendicularmente sobre él, y despidiendo varias luces clarísimas, desapareció.

Se colocó la sagrada Forma en un improvisado altar levantado en el mismo sitio del hallazgo, y se organizó una muy concurrida procesión, en la cual tomó parte un niño de trece años que fue más tarde el eminentísimo y reverendísimo señor don Miguel Payá y Rico, Cardenal de Toledo, y colocada la sacrosanta Hostia bajo palio, se dirigió hacia Onil, pasando antes por Tibi y Castalia.

Celebra Onil, todos los años, un solemne triduo de Cuarenta Horas los días 28, 29 y 30 de noviembre, para recordar el felicísimo hallazgo del Santísimo Sacramento, y la familia del señor Santonja costeó el magnífico templete que actualmente existe, donde el célebre pintor y escultor don José Reitg, hijo del pueblo, se distinguió por la belleza de sus trabajos artísticos.

Cfr. Don Marcelino, Sampere, Pbro., Reseña histórica del robo sacrílego acaecido en Onil

OTRA DESCRIPCIÓN:

Hacia la madrugada del día 6 de noviembre del año 1824, se cometió un robo sacrílego en la iglesia de Santiago Apóstol en Onil (provincia de Alicante, España), población del antiguo reino de Valencia. Entre otros objetos, fue robado el viril de la custodia con la Sagrada Forma. El párroco Francisco Tormo descubrió el robo por la mañana el 6 de noviembre.

Afortunadamente, el ladrón — fue Nicolás Bernabeu, el antiguo monaguillo — pudo ser capturado en el preciso momento en que vendía las cosas robadas a un joyero de Alicante. Descubierto el reo y encontradas las joyas, sólo faltaba recuperar la Sagrada Hostia.

El ladrón se negó a revelar el lugar donde había escondido otras cosas robadas y ante todo dónde había tirado el Santísimo Sacramento. Por el espacio de muchos días tanto las autoridades civiles como los habitantes buscaban por todas partes pero no encontraron la Hostia perdida.

Una viuda pobre, pero muy piadosa, llamada Teresa Carbonell, prometió que mandaría celebrar una misa en sufragio de las almas del purgatorio, si lograba encontrar el viril que contenía el Cuerpo de Jesucristo. Removiendo matorrales y levantando piedras, vio, de repente, un maravilloso resplandor que salía de debajo de un gran bloque. Entendió enseguida que aquel resplandor señalaba la presencia de Jesús Sacramentado. Por esto, corriendo hacia aquel lugar, procuró levantar la piedra, y exclamó llena de una satisfacción y de una alegría indescriptibles:

—Venid, venid, que aquí está nuestro Señor.

Dicho esto, y mientras la gente que buscaba el divino Sacramento por aquel mismo paraje acudía al lugar donde estaba la mujer, permaneció ésta arrodillada y como extasiada delante de tan admirable prodigio.

Avisados el señor párroco y el alcalde, acudieron enseguida con una gran multitud del pueblo. En presencia de todos fue levantada la losa, y encontraron el viril con la Sagrada Hostia, envuelto en un trapo viejo y sucio. Es imposible de explicar el entusiasmo y la alegría que todos sintieron.

Inmediatamente se organizó una procesión para trasladar el Santísimo Sacramento a la iglesia, donde había sido robado, y se cantaron, durante el trayecto, devotas y entusiastas letrillas. Esta procesión pasó por los pueblos de Tibi y Castalia y llegó a Onil a las tres de la tarde, en medio de un entusiasmo y un fervor de la multitud indescriptibles.

Al llegar a la iglesia, fue colocado el Santísimo Sacramento en el mismo lugar de donde había sido sacrílegamente robado, y a continuación se cantó un solemne Te Deum en acción de gracias.

Asesorado por una junta de teólogos, el señor Arzobispo de Valencia, doctor D. F. Simón López, ordenó que esta Sagrada Forma fuese conservada, manteniéndose incorrupta hasta nuestros días, como lo han podido comprobar innumerables testigos.

Todos los años celebra Onil un solemne triduo de Cuarenta Horas en memoria de este piadoso hallazgo.