En la balanza de la divina Justicia son exactamente correspondientes las penas a las culpas que las merecieron. El que fue despiadado con los pobres, no encuentra después de muerto la piedad y misericordia ajena. El que, idólatra de su cuerpo, vivió entregado a placeres sensuales, es condenado a tormentos atrocísimos sin refrigerio. Por el contrario, tratándose de premio, dispone la divina Misericordia que sea conforme a las virtudes practicadas durante la vida; por manera que el que fue limosnero, es socorrido en el purgatorio con sufragios de limosnas; el que penitente, con obras de mortificación y penitencia aplicadas por su descanso; y así de las demás virtudes.
Carlos Gregorio Rosignoli SJ
El pulgar quemado en un libro de oraciones en Hall en Tirol (Austria) es bien conocido. Lo dejó en 1669 el vicario Christoph Wallbach, quien había muerto el 5 de mayo de 1605, en una de sus apariciones a la ama de llaves de uno de sus sucesores. El difunto dejó su impresionante huella para dejar en claro el terrible fuego en el que se encontraba, debido a que en la tierra había oficiado Santas Misas por avaricia, por el dinero que podía obtener.
También, deseaba probar que su aparición no era una ilusión. Ya se encontraba en el purgatorio por 65 años y, con notable detalle, reveló que tendría que sufrir por otros 50 años, si no era liberado por los sufragios durante el medio año que se le había otorgado para solicitar ayuda.
De hecho, este espíritu ya se había manifestado por sí mismo por un largo periodo a través del fenómeno de los “espectros”: rasguños, puñetazos sobre la pared, golpeteos, ruidos como si alguien caminara a través del presbiterio, gemidos...
Una vez la cuidadora vio al espíritu en la iglesia, vestido como un sacerdote de años anteriores. Aunque había sido percibido por ella más a menudo, nunca había hablado hasta que ella se armó de valor y le preguntó qué deseaba. Varias personas, entre ellas el párroco sacerdote, atestiguaron las manifestaciones y escucharon los gemidos.
El pulgar quemado en el libro de oraciones de Hall pasó a través de una gruesa tapa de madera y piel de cerdo y luego a través de 40 páginas y, disminuyendo en intensidad, a través de 30 páginas más. Debe haber sido producido durante un momento corto e intenso, ya que no hay rastros de quemaduras junto al agujero quemado. Un herrero experimentó con un pulgar de hierro candente pero no logró reproducir el fenómeno, en lugar, todo el papel se quemó.
(De igual forma, las manos quemadas de manera artificial no muestran las características típicas de las huellas de quemaduras creadas por el difunto).
Fuente: Gerard J. M. van den Aardweg, Almas sedientas. Visitas sobrenaturales, mensajes y advertencias desde el purgatorio, Charlotte, Carolina del Norte 2012, p. 97.
