Como yedra nos asimos a la columna inconmovible de la Madre Dolorosa en medio de los huracanes de la vida. Ella tiene un corazón materno y oye nuestras súplicas: "Madre de misericordia, ruega por nosotros... Salud de los enfermos, ruega por nosotros..." A Ella suspiramos en este valle de lágrimas para que vuelva hacia nosotros sus ojos misericordiosos, ya que estamos inscritos en su corazón con el dolor del Viernes Santo. Confiados acudimos a Ella en todas las tribulaciones y le suplicamos que nos asista sobre todo en el postrer y decisivo momento, cuando ya no podamos rezar el Avemaría como de costumbre: "Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte..., sino cuando la vida quedará cortada y tendremos que decir: "Madre Dolorosa, ha llegado el momento para el cual he implorado durante toda la vida tu auxilio; ruega por nosotros ahora..., ahora: en la hora de nuestra muerte".
Mons. Tihamér Tóth, La Virgen María

Mater Dolorosa,
El Greco
En el siglo XV, que tanto se distinguió por la devoción a Nuestra Señora, aconteció entre otros muchos prodigios, la curación milagrosa de la reina de Navarra Doña Blanca, que, hallándose desahuciada y en el artículo de la muerte, tuvo la dicha de que se le apareciera la Santísima Virgen sobre una columna de mármol y le dijera: 

Sierva mía Doña Blanca, arrimaos a este Pilar mío y tendréis salud. 

Tornó de muerta a viva Doña Blanca, como dice una relación antigua, y no tardó en venir en peregrinación a Zaragoza, con grande acompañamiento, para cumplir el voto que hizo de velar en la Santa Capilla; ocupándose durante muchos días en vigilias, oraciones y limosnas, e instituyendo, en Pamplona, la Cofradía de Nuestra Señora del Pilar, y después la Orden de Caballería del mismo nombre. 

Fuente: Nazario Pérez SJ, Apuntes Históricos de la devoción a Nuestra Señora del Pilar...