Es grande el mundo, porque Dios es poderoso; está hermosamente compuesto, porque Dios es sabio; nos es útil en tantas criaturas, porque Dios es bueno. La potencia se atribuye al Padre, la sabiduría es nombre del Hijo, la bondad se refiere al Espíritu Santo, que es el Amor divino. El orden, la consonancia, la armonía, la hermosura, la amabilidad de estos tres atributos y flores de la Hermosura divina, son causa de todo lo hermoso, y hermosean a todo lo criado.
(J. E. Nieremberg SJ, De la hermosura de Dios y su amabilidad, p. 226)

Para alentarnos a la fineza con que hemos de amar a Dios por ser quien es y sin respecto a algún interés, es admirable el ejemplo de un monje mozo que en compañía de otro viejo vivía en el yermo con grande perfección.

El demonio se le apareció al viejo en figura de Ángel del Señor, haciéndole saber de parte de Dios, que su compañero era precito [condenado], y que por eso todas sus buenas obras y penitencias no le habían de aprovechar.

Quedó el viejo tristísimo con esta revelación, y no pudiendo ocultar su sentimiento, que manifiesta con lágrimas continuas; lo advirtió el mancebo y a puros ruegos alcanzó por fin que le descubriese la causa de su dolor. Luego que oyó que la causa era haberlo Dios revelado que había de condenarse.

—No te desconsueles padre —le dijo—, ni te aflijas; porque te hago saber que yo hasta ahora no he servido a Dios por el interés de la gloria, sino sólo porque es infinitamente digno de ser servido por su bondad; al cual debo todo lo que soy y tengo; y como mi Señor, mi Dios y mi dueño puede hacer de mí lo que quisiere.

Se consoló con esto el monje viejo, y mucho más cuando después por verdadera revelación del Ángel bueno supo que el demonio lo había engañado, y que era todo lo contrario, pues aquel mancebo era predestinado, y que por aquel acto tan generoso que había hecho y el ánimo con que estaba de servir a Dios por Dios, había agradado singularísimamente al Señor y alcanzado muy grandes merecimientos.

Rev. Alejo Romero, Mes de los santos ángeles, en que se exponen sus excelencias, prerogativas y oficios, según las enseñanzas de la Sagrada Escritura, los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, Morelia 1893, págs. 88-90.