Quien no es mariano, no es cristiano.
San Pablo VI
Nos refiere el reverendo padre fray Matías de San Juan, que había en Padua un joven estudiante a quien sus desórdenes y excesos depravados habían conducido al término fatal de la desesperación.
Un día concibió el proyecto diabólico de suicidarse y, armándose de puñal bien afilado, se asestó tres tremendas puñaladas; pero cada uno de estos tres golpes terribles se vinieron a clavar sobre el Santo Escapulario del Carmen que, por fortuna suya, llevaba sobre el pecho el infeliz estudiante.
Esto precisamente fue el motivo ocasional de su conversión y de su eterna salvación; pues, absorto y estupefacto el infeliz ante la contemplación de semejante prodigio, entró en sí mismo y, lleno de confusión, al recordar su depravada y desastrosa vida, se resolvió desde aquel mismo instante a mudar de vida y entrar por la senda verdadera del bien, siendo desde aquel mismo día un verdadero dechado y ejemplar de toda virtud.
Entró más tarde en un convento de religiosos observantes del seráfico padre San Francisco, siendo un verdadero varón apostólico que llevó muchas almas a Dios con su celo ferviente y santa vida, siendo motivo de alabar y bendecir a Dios y a su Santísima Madre, para cuantos conocían su vida de joven.
(P. Juan Fernández Martín, Milagros y prodigios del Santo Escapulario del Carmen)
