Al igual que hace mucho tiempo, las almas se aparecieron a ella [Úrsula Hibbeln] en formas diferentes, o tal como habían sido en su vida, o de una forma más o menos simbólica. Un hombre que se había suicidado de un balazo en la boca se mostró más de una vez, sosteniendo el revólver en su boca, mientras salía fuego de la misma. Una mujer que había muerto un par de días antes se apareció con ojos asustados completamente abiertos. Nunca había imaginado que el Purgatorio fuera así y rogaba con mucha insistencia a su familia que oraran mucho por ella. Tenía que permanecer un año en el Purgatorio. A pesar de haber llevado una buena vida, había sido muy egoísta y no demostró su amor a su esposo e hijos.
Gerard J. M. van den Aardweg, Almas sedientas...

Las ceremonias que en los Oficios divinos tiene establecidas la Iglesia, y las que han sobrepuesto las Religiones en las funciones del coro, como dedicadas al mayor culto de Dios, son muy venerables y dignas de estimación, y el descuido o el desprecio es muy culpable y digno de grave pena. Inclínase profundamente todo el coro al decir el versículo del Gloria Patri [Gloria al Padre], etc.; y la tibieza o el descuido del que en esta santa ceremonia fuere omiso, tendrá en el siguiente caso aviso y escarmiento.

«Un religioso poco devoto, llegó con la distracción en el Oficio divino, a olvidar casi del todo la ceremonia de inclinarse al Gloria Patri; y aunque se le había advertido varias veces este defecto, era la enmienda poca, porque su distracción y flaqueza de memoria debía de ser mucha.

Murió este religioso, y otro que había en el convento, varón muy austero y contemplativo, haciendo oración por el alivio de su alma, le vio puesto en una columna muy alta, en que estaba haciendo continuamente profundas inclinaciones, en la forma misma que las hacen en el coro los religiosos al Gloria Patri

En esta confusión estaba, cuando le reveló el Señor, que en justa pena de los descuidos que tuvo en esta ceremonia, padecía aquel religioso, con la compensación repetida que miraba, gravísimos tormentos.»

(Cronic. Seraf., 4° parte, lib. I, cap. xxxv.)