El pensar en la eternidad llama San Agustín grande pensamiento, porque es su memoria de grande gozo a los santos, de grande horror a los pecadores; para unos y otros de grande provecho; hace obrar cosas grandes y muestra la pequeñez de las cosas de la tierra, perecederas y caducas.
J. E. Nieremberg, Diferencia entre lo temporal y lo eterno

Cuenta Cantímprato, que habiéndosele muerto un hijo a su abuela, no sabía darse reposo, y lloraba noche y día, mientras que el hijo padecía en el purgatorio. Dios vino en socorro del alma de este hijo, concediendo a la desolada madre una visión, que fue la siguiente. 

Cierto día vio ella un tropel de jóvenes muy alegres, los cuales iban en camino de una ciudad esplendidísima: con el gran deseo que tenía de ver a su hijo, miraba con mucha atención; mas ¡ay! vio a su hijo, sí, pero muy retrasado, y solo, triste, afanoso y con las vestiduras todas empapadas de agua. Arrebatada de tristeza la madre, le preguntó ¿por qué no tomaba parte en la fiesta con los demás jóvenes? Y el hijo contestó: 

—Vuestras lágrimas, ¡oh madre mía! son las que retardan mi camino, y me han reducido a estas penas. Si me amáis de veras, derramadlas delante de Dios rogando por mi alma.

Rev. José Coll, Clamores de ultratumba, Barcelona 1900, págs. 380-381.