Vivimos una hora excepcional: el Reino de María se establece. Es el gaje del Reino de Cristo. La divina economía no ha cambiado su plan: a Jesús por María. Y por Ella, Jesús a nosotros. Por todas partes se siente esta como inquietud por la gloria de María. Por dilatar el ámbito de la doctrina conocida. Por sacar más hondas conclusiones, que nos hagan ver en nueva luz el plan providencial de Dios, al crear, al darnos a María.
Rev. Edmundo Vanini
He aquí el milagro que Dios obró con tres hermanos de la casa de Eppe, caballeros de san Juan de Jerusalén. Defendían estos valientes la fortaleza de Bersabée. En uno de los choques con los musulmanes la guarnición cayó en una emboscada.
Cargados de cadenas los caballeros fueron enviados al Soldán de Egipto. Éste, reparando en los tres señores de Eppe su estatura y continente, determina hacerles abrazar la ley de Mahoma. Y viendo que han sido inútiles las amenazas, las promesas y los sofismas de los imanes, jura vencerlos, aunque le cueste la mitad del reino.
Hace bajar al calabozo una hija suya, que con su encanto, y la viva pintura de los tormentos preparados, debilite y gane aquellos corazones. Pero al contrario, la apología de la religión, que hacen los tres caballeros francos, la fortaleza con que se muestran dispuestos al martirio; una imagen milagrosa que bajan allí los ángeles, y la gracia del Espíritu Santo convierten a la fe la princesa musulmana. Ésta ya solo trata de libertar a los tres campeones y escaparse con ellos.
Una noche, ganada la guardia, penetra en la cárcel con una cajita de piedras preciosas. Huyen. Atraviesan el Nilo. Después de algunas horas de marcha, deseando la princesa descansar, se sientan todos sobre la verde yerba y a una respetuosa distancia se duermen.
Cuando el sol comienza a dorar la cima de los árboles, el mayor de los tres hermanos se despierta... ¡Oh! Se había adormecido a la vista del Nilo y se despierta a corta distancia de su propio castillo de Marchais en Francia.
Asombrado del milagro, despierta a sus compañeros y a la princesa. Dan gracias a María santísima. Y para depositar su imagen milagrosa, que llevan consigo, determinan construir una hermosa iglesia. Y la princesa recibe el Bautismo en la Catedral de Laón.
Este es el origen maravilloso de la célebre estatua de la Virgen de Liesse, cuya capilla atrae todavía un gran concurso de peregrinos.
Francisco Pascual, Nuevo mes de mayo consagrado a María Santísima, Imprenta de P. J. Umbert, Palma 1848, págs. 174-176.