Personas hay en esta vida tan por extremo sensibles y delicadas, que no pueden soportar ni la picadura de un mosquito, ni la punzada de una pulga, ni la sombra de un padecimiento, poniéndose nerviosas con sólo imaginar dolores; y sin embargo, ¡qué contradicción!, no temen, ni se asustan, ni hacen reparo en cometer diariamente multitud de pecados veniales, que son combustible para arder mucho tiempo en las llamas terribles del Purgatorio. ¿Hay juicio cuando así se obra?
(Rev. Santiago Ojea y Márquez, Crisol divino, p. 107)

Visión de Eugenia von der Leyen:

11 de marzo de 1923:

Ahora es a mi niño (Wolfram) a quien debo cuidar. Ha empezado a venir cada noche; siento miedo, pues no sé qué pueda ocurrir con él. Estuvo como media hora, de 4 a 4:30. Camina alrededor de la habitación suspirando; la expresión de su cara es desagradable. Yo sé que el buen Dios me ayudará.

• 13 de Marzo - 11:30 de la noche. Él volvió. Le dije: 

—¡El Sábado se celebrará una Santa Misa por ti! ¡Déjame en paz! ¿Qué hiciste? ¡Respóndeme, por favor! 

Respondió gritando: 

—¡Sacrilegio! 

Y se puso a llorar. 

Yo: 

—¿Puedo ayudarte? 

Afirmó con la cabeza y desapareció.

(Eugenia von der Leyen, Mis conversaciones con las pobres almas)