Niños mal inclinados pagan caro por sus Travesuras

—¿Debemos temer ofender a Dios?

—Sí, porque detesta el pecado y castiga a los que lo cometen.

Año 1933, Ermita cerca del pequeño pueblo de Kępnica, alemán Deutsch Kamnitz, Municipio de Nysa, Voivodato de Opole, Polonia.


El cura de una parroquia, cerca de París, refiere el caso siguiente, de que fue testigo ocular:

Preparaba —dice— yo mismo algunos niños para hacer su primera Comunión. Había dos entre ellos que, mal inclinados, sin instrucción y sin piedad, disipaban a sus compañeros. Reconvenidos muchas veces, me vi en la necesidad de despedirlos de la iglesia. Salieron del templo corriendo y murmurando. Se dirigieron al cementerio y se quedaron junto a sus murallas para jugar y ofender a Dios.

Un hombre que pasaba por allí, al oírles palabras demasiado descompuestas, se detuvo a reprenderlos. Pero en vano, pues se burlaron de él y de sus consejos.

Apenas este hombre había andado unos quince pasos, cuando sintió un gran ruido seguido de gritos y lamentos. Se vuelve y ve con asombro que —derribándose una de las murallas del cementerio— ha sepultado bajo sus escombros a aquellos desgraciados niños, ahora cadáveres y horriblemente mutilados.

Camilo Ortúzar, Catecismo en ejemplos. El Credo y la Oración, 2° Edición, París 1888, págs. 24-25.