No Te quemarás en este Fuego si eres Bueno

El condenado no se arrepiente ni puede arrepentirse, porque en la eternidad son imposibles los cambios sustanciales. Nadie puede cambiar el ÚLTIMO FIN libremente elegido en este mundo. La muerte nos dejará FOSILIZADOS en el bien o en el mal, según nos encuentre en el momento de producirse. Si nos encuentra en gracia de Dios, la muerte nos FOSILIZARÁ en el bien: ya no podremos pecar jamás, ya no podremos perder a Dios. Pero si la muerte nos sorprende en pecado mortal, quedaremos FOSILIZADOS en el mal, ya no podremos arrepentirnos jamás.

(Royo Marín)

Átenlo de pies y manos y arrójenlo a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes. (Mateo 22, 13)

Luis Francisco Beauvais, muerto el 24 de febrero de 1815, a la edad de 14 años, viendo a su madre que tenía un brasero con fuego, la preguntó si el fuego del infierno era tan terrible como aquel que veía delante de sí.

—¡Ay! hijo mío —le dijo ella—, el fuego que tú ves, no es nada en comparación con el del infierno.

—¡Oh Dios mío! —exclamó él, poniéndose pálido—, ¡si yo llegase a caer en él!

—No temas— replicó la madre que se apercibió de su espanto—; el infierno no es para todo el mundo; no es más que para aquellos que habrán desobedecido a sus padres, y que no habrán amado al buen Dios. En cuanto a ti, no irás a quemarte en este fuego, si eres bueno.

Estas palabras tranquilizaron al hijo, quien se las recordó a menudo en lo sucesivo, y no descuidó nada para llenar la condición con que podía evitar los tormentos del infierno.

(Recuerdos de M. Julián de Saint-Acheul, pág. 3)