Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.
(Lucas 21, 34-36)

En la península del lago de Como, en medio del promontorio, la solitaria villa Acronati domina los alrededores. Allí sólo vive un viejo jardinero.

―¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?

―Veinticuatro años.

―¿Cuántas veces te visitó el dueño de la propiedad durante este tiempo?

―Cuatro.

―¿Y recientemente?

―Hace doce años ―respondió el jardinero―. Casi siempre estoy solo. Es muy raro tener un invitado.

―Sin embargo, el jardín y los alrededores están tan bien cuidados y mantenidos, como si el propietario llegara mañana.

El jardinero se ríe:

―¡Hoy, señor, hoy!

***

Arquias, el valiente comandante espartano, participaba en una alegre fiesta. Mientras tanto, llegó un mensajero de Atenas con una carta de un amigo y la petición de que Arquias la leyera inmediatamente. Pero el espartano respondió:

―Que los asuntos más serios esperen hasta mañana―, y dejó la carta a un lado.

Sin embargo, no vivió para ver el mañana. Durante la fiesta fue asesinado por sus enemigos. La carta decía:

―Arquias, te ruego que abandones inmediatamente la casa donde te espera la daga de los asesinos.

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. 

(Rev. Marian Bendyk, 1. dom. Adviento C)