Virtudes divinas esenciales para alcanzar la Perfección



ACTO DE FE: Dios mío, porque eres Verdad infalible, creo firmemente todo aquello que has revelado y la Santa Iglesia nos propone para creer. —Creo expresamente en Ti, único Dios verdadero en tres Personas iguales y distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. —Y creo en Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó, murió y resucitó por nosotros, el cual nos dará a cada uno, según los méritos, el premio o el castigo eterno. —Conforme a esta fe quiero vivir siempre. Señor, acrecienta mi fe. 

ACTO DE ESPERANZA: Señor Dios mío, espero por tu gracia la remisión de mis pecados; y después de esta vida, alcanzar la eterna felicidad, porque Tú lo prometiste que eres infinitamente poderoso, fiel, benigno y lleno de misericordia. Quiero vivir y morir en esta esperanza. Amén. 

ACTO DE CARIDAD: Dios mío, Te amo sobre todas las cosas y al prójimo por Ti, porque Tú eres el infinito, sumo y perfecto Bien, digno de todo amor. En esta caridad quiero vivir y morir. Amén.

 

Esperanza Cristiana muere Última o más bien No muere Nunca


En la corona de Adviento ardían cuatro velas. Reinaba el absoluto silencio. Tan silencioso estaba todo que se podía oír las velas empezando a hablar. La primera vela suspiró y dijo:


—Mi nombre es Paz. Mi luz brilla, pero la gente no mantiene la paz, no me quieren.


Su luz se hacía cada vez más pequeña y finalmente se apagó por completo.


La segunda vela parpadeó y dijo:


—Mi nombre es Fe. Pero soy superflua. La gente no quiere saber nada de Dios. Ya no tiene sentido que me consuma ardiendo.


Una corriente de aire recorrió la habitación y la segunda vela se apagó.


La tercera vela habló ahora en voz baja y muy triste.


—Mi nombre es Amor. Ya no tengo fuerzas para arder. La gente me deja de lado. Sólo se ven a sí mismos y no a los demás a quienes se supone deben amar.


Y con un último parpadeo, esa luz también se apagó.


Entonces entró un niño en la habitación. Miró las velas y dijo:


—¡Pero, pero, ustedes deberían arder y no apagarse!


Y casi se puso a llorar. Entonces la cuarta vela también habló. Ella dijo:


—¡No tengas miedo! Mientras yo arda, podemos encender las otras velas nuevamente. Mi nombre es Esperanza.


Usando un fósforo, el niño tomó luz de esta vela y volvió a encender las otras velas.


Fuente: Willi Hoffsümmer, Kurzgeschichten 5. 211 Kurzgeschichten für Gottesdienst, Schule und Gruppe, Matthias-Grünewald Verlag, Mainz 2002, 4. Auflage, N° 3.