Ahorcado, arrastrado, descuartizado y decapitado
Después de la fe, que está en el entendimiento, donde primero se comienza a mover la voluntad para buscar a Dios, es su santo temor. Por lo cual dice la Escritura (Eclesiástico 1, 16) que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. Porque es el primero de los afectos de la voluntad, cuando quiere la criatura convertirse a su Criador. Porque este santo temor hace que el alma comience a aborrecer el pecado, por el cual corre peligro de caer en manos de Dios vivo y airado.
(cf. J. E. Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Cap. 2, §1)
Un misionero católico, el jesuita Juan Ogilvie llegó en 1615 a Escocia para consolar a los católicos perseguidos y dispensarles los auxilios de la Iglesia.
A instancias del arzobispo protestante de Edimburgo fue el misionero encarcelado y traído ante el tribunal. Ahí fue acusado de haber obrado contra los mandatos del rey, quien había prohibido decir misa en sus estados. El misionero católico respondió:
—Jesucristo, el Señor de cielos y tierra, dijo: "Háganlo en memoria mía". Su rey nos dice: "No lo hagan". Juzguen ustedes mismos a quién debemos obediencia.
El misionero fue atormentado y finalmente privado de la vida.
Una ley que va contra la Ley de Dios, no es válida.
cf. F. Spirago N° 594.
