El que quiera comer la nuez, tiene que romper la cáscara.

Anónimo 



Oyó hablar cierto provinciano de las artísticas vidrieras de colores de una catedral muy famosa, tanto que se resolvió a emprender un largo viaje para poder verlos. Pero cuando al final del fatigoso viaje se halló delante de la catedral y miró con gran curiosidad sus ventanales, exclamó con desilusión: 

 

—¡En vano me he cansado! No hay en esas ventanas más que un montón de trozos de vidrio negro y algunas barras de plomo que describen curvas sin ton ni son.

 

Por suerte le oyó uno de los habitantes de la ciudad. Volviéndose a nuestro hombre, le dijo: 

 

—Amigo, para apreciar los vitrales, no se deben mirar desde fuera, a la luz del día, sino desde dentro del templo. Entre usted y se quedará sorprendido.

 

Nuestro hombre siguió el consejo. Y quedó asombrado por la visión que se le ofrecía. Los trozos de vidrio que por fuera parecían negros, brillaban con preciosos colores; y las barras de plomo que desde fuera presentaban un aspecto caótico, aunaban armónicamente todo el conjunto...


Cfr. Mons. Tihamér Tóth, Padrenuestro